El bueno de Dave nació un día como hoy del año 20 del siglo XX (aunque la wikipedia le echa dos más). Y sigue en pie. Y tenemos que felicitarle por su contribución al moldeado del sonido de New Orleans en los años 50, y por estar detrás de canciones como «Ain’t That a Shame», » «Blue Monday», «I’m Walkin'», todas ellas con su colega Fats Domino, «I Hear You Knocking» que haría famosa Dave Edmunds en los 70, «One Night» para Elvis Presley o «My Ding-a-Ling», que se apropiaría el Chuck Berry maduro de los 70.
Creo que es suficiente como para felicitarle, ¿no?
Desde que los premios Pop-Eye abandonaron su cuna cacereña y se trasladaron a Trujillo, hace dos años, el fin de semana de la gala siempre comienza en la cafetería del hotel Victoria. Y yo siempre llego allí más perdido que Jarvis Cocker en el Viña Rock. De hecho, en un momento de mi deambular entre grupeto y grupeto, sin saber dónde colocarme, me dijo una rubia alta: “¿Qué? ¿Perdido, no?”. Yo me cargué de seguridad y le dije “Sí, pero en determinados momentos me gusta estar perdido”. Mejor eso que reconocer que nadie me abría el círculo para dejarme entrar en sus conversaciones. Al día siguiente, la rubia alta daría que hablar. Y mucho.
La rubia alta. Amor a Roma. Foto: Agata Sandecor
Esa desorientación se debe en parte a causas naturales – “Es un chico muy reservado”, “Sólo habla lo justo” – y en parte a no haber hecho bien mis deberes, a no haber estudiado a fondo la lujosa nómina de premiados, de invitados o de mi propio equipo. Cuando pueda dedicarme sólo a esto, todo cambiará. Lo prometo.
Una vez reunidos todos, comenzó la ascensión a La Abadía por cuestas empedradas. Por suerte La Abadía no es una abadía, sino un local donde va a tocar Emilio Elegante, premiado por sus 30 años en la era pop. Tomaba el relevo de Lobos Negros como galardonado en la categoría, y de Los Nikis como elevadores del telón musical del fin de semana.
Entre canapés, patatera, cervezas y vinos nos vamos presentando y haciéndonos con la caravana pop de este año: nuevos en estas lides como Cosima Ruiz de la Prada salpicada de estrellas, Chema Conesa sentando cátedra sin darse cuenta, Emilio Elegante elegante, los chicos de Cycle dando vueltas…, mezclados con viejos conocidos ya de los Pop-Eye, como Paloma Concejero, Cintia Lund, Mariví Ibarrola, Javier de Juan o Javier Díaz.
Noche del viernes en La Abadía Foto: Agata Sandecor
El momento revival llegó con “La calle del ritmo”, “Mangas cortas”, “Dispararé” y un puñado de clásicos – sí, no nos libramos de “Luisa se va” – que desgranó Emilio liderando una banda creada para la ocasión, pero que promete continuidad. Al final tuvieron que repetir dos canciones del setlist, algo que se va convirtiendo ya en un clásico en la noche inaugural de los Pop-Eye. Después tocaba el momento DJ, donde Dj Yoyo, Mapache Transistor Dj’s y servidor amenizamos la velada. Yo salí huyendo tras prometerle a una lugareña insistente que iba a pinchar “Despacito” y poner “Blister in the sun”.
Foto: Agata Sandecor
El protocolo del sábado está bien definido. Hasta las 15 no hay nada gratis. Antes de eso hay que ir al Teatro, colocar la alfombra roja, o ver cómo la colocan, mejor dicho, preparar el photocall y procurar que todos los premiados estén a la hora convenida en el coqueto ayuntamiento de Trujillo para la rueda de prensa. Este año hay nerviosismo porque problemas de salud de última hora ponen en jaque la presencia de premiados como Luis Lapuente, Martirio o Soleá Morente. La última pudo vencerlos a tiempo (juventud, divino tesoro). Para los otros dos, siempre estará Angel Carmona.
La rueda de prensa – pregala para los más osados – discurrió fluida bajo la batuta de J.A. Olloqui, el padre de Max Betamax. En esta ocasión el alcalde optó por quedarse en segundo plano, ajeno a lo/la que se le vendría encima por la noche.
Rueda de prensa Foto: Agata Sandecor
El siguiente hito en la hoja de ruta propicia la romería cultural hacia el Museo de la Coria, situado en la parte monumental, junto a una de las antiguas puertas de entrada a la ciudad. Es el momento de conocer y departir con todos los invitados en un entorno más distendido. Claro que yo, a partir del octavo canapé de patatera picante, opté por no abrir la boca. Sólo para beber. Y a continuación, la comida de confraternización y obligado descanso para afrontar con fuerza el plato fuerte del fin de semana: la gala.
A partir de las ocho van saliendo todos los premiados del Hotel Victoria, escoltados por los Buitres Leonados. El último en salir, el gran homenajeado de esta edición, Don Miguel Ríos Campaña. Embutido en un tres cuartos de cuero negro, plateado por las nieves del tiempo – 74 años le contemplan -, Miguel Ríos ejerció de estrella del rock en el patio del hotel, atendiendo amablemente a fans, conserjes de hotel y miembros del equipo de los Pop-Eye. Yo le podía haber llevado uno de mis elepés iniciáticos, “Rocanrol Bumerang” (1980), pero como no me gusta cargar con cosas ni que me firmen los discos, me conformé con saludarle y darle las gracias por todo.
Yo, hablándole de mi libro a Miguel Ríos, que para eso fui a Trujillo Foto: Agata Sandecor
Por el photocall pasaron todos los agasajados, y más de un espontáneo de instagram fácil. mientras se iba llenando el patio de butacas y creciendo la expectación de todos los asistentes. Ese es el espíritu de los Pop-Eye, un espíritu expectante, nada conformista. Y para poco conformista, una chica rubia alta que me llamó “perdido” en el capítulo 1, la futura presentadora de la gala de los Goya – como mínimo -, Roma Calderón. Alguien que se llama Roma y se apellida como uno de mis mejores amigos en E.G.B. no puede fallar. Y no lo hizo.
Foto: Agata Sandecor
Si metemos en una batidora, o en una thermomix… No. Empezamos de nuevo. Si metemos en un mortero actitud, desenvoltura, cabaret, 180 minutos, música, emoción, improvisación, homenaje, burlesque, Breakfast at Tiffanys, descaro, tequila, Sea of Love, insolencia, carcajadas, inteligencia, arte y Pop, tendremos como resultado quizá la mejor gala de las 13 ediciones de los premios Pop-Eye. El año pasado Los Nikis nos hicieron corear en el mismo teatro aquello de “seremos todo un imperio”. Este año, el imperio fue romano. Quien apostó por Roma Calderón acertó de pleno. Va a ser difícil retenerla, como le fue imposible al Monaco retener a Mbappe.
En cuanto a los homenajeados, derrocharon corazón, humildad y gratitud, y coincidieron al tachar de no menos que temerario el ingente esfuerzo que supone la elaboración de cada gala de los Pop-Eye para reconocer al mundo de la cultura, del arte y del Pop. Bendita temeridad la de Juan Pedro. Y la nuestra por seguirle.
Foto: Agata Sandecor
Algunos highlights de la gala:
Benjamín Prado, Premio Pop-Eye de Literatura, y su alegato a favor de la igualdad de la personas y al sinsentido de las concertinas
La desnuda versión de “El río” de Cintia Lund, acompañada a la guitarra por Juanjo, de Cycle.
Blanca Berasategui, Premio Pop-Eye de Periodismo, y su fidelidad a una vocación.
La reivindicación por parte de David Kano (Cycle, Premio Pop Eye Mejor Disco de Rock) de los locales de ensayo como semilleros de cultura y motores sociales, y el recuerdo a las personas que esperan a los músicos mientras estamos en ellos.
El video con extractos de Antonio Gasset – ¡Gasset siempre es bienvenido! – previo a la entrega del Premio Pop-Eye de Televisión a Gerardo Sánchez, director de “Días de Cine”.
Marta Berasategui, Premio Pop-Eye de Radio por “Hoy empieza todo”, acordándose de los cuidadores de personas con dependencia.
Angel Carmona (con camisa A) recogiendo el premio por “Hoy empieza todo”
Angel Carmona (con camisa B) recogiendo el Premio Pop-Eye al Libro Musical otorgado a Luis Lapuente por su “Historia de la música disco”
Angel Carmona (con camisa C) recogiendo el premio de Martirio
Martirio agradeciendo su premio “Duende” a través de una nota de audio de Whatsapp. Realmente estaba mala de acostarse. La artista se convirtió en su propia obra (ya podía haberse marcado un Dorian Gray musical y hubiésemos disfrutado de su presencia).
Emilio Elegante, Premio Pop-Eye “Viviendo en la era pop”, aún flipando por haber tocado la noche anterior al lado de un cortador de jamón de pata negra en plena faena. De hecho, muchos de los asistentes ni se dieron cuenta de que había un grupo tocando.
El emotivo recuerdo en la pantalla, a ritmo de “I say a little prayer”, a los artistas que nos dejaron desde la última gala de los Pop-Eye. Los aplausos más sentidos se los llevaron Forges y Aretha Franklin.
Roma Calderón, mayestática, haciendo su entrada en el patio de butacas gobernando dos cyber perros, para la actuación de Scud Hero (Premio Pop-Eye Mejor Artista Extremeño). Ya quisiera Khaleesi con sus dragonzuelos.
Miguel Ríos, Premio Pop-Eye “Toda una trayectoria”, agradecido y emocionado. “Yo me dediqué a esto para ser querido”. A juzgar por la duración, intensidad y emoción de los aplausos recibidos, ha conseguido con creces su objetivo.
Foto: Agata Sandecor
Hace 50 años, Fernando Arbex – otro merecidísimamente reconocido por los Premios Pop-Eye, a título póstumo – escribió “El río”, y bajo sus acordes todos los premiados comenzaron a tomar el escenario en torno a Miguel Ríos para la foto de familia de otra gala más, para bajar el telón de una nueva edición de los Premios Pop-Eye, que deben seguir repartiendo amor y humor mientras haya arte, música y cultura que reivindicar.
Malcolm John «Mac» Rebennack venía al mundo un día como hoy del año 1940, así que hagan sus cuentas por si tienen pensado ir a tirarle de las orejas, allá donde se encuentre ahora.
Como Mac Rebennack es complicado de de pronunciar, al menos para los andaluces, adquirió el mote de «Dr. John, The Night Tripper», procedente de una médico vudú de Luisiana de comienzos de 1800. Es lo que tiene nacer en New Orleans, que lleva uno el vudú en la sangre.
Pues nada, felicitémosle oyéndole junto a Etta James
El 5 de junio de 1968, Robert F. Kennedy abandonaba el Hotel Ambassador de Los Ángeles cuando recibió un disparo que acabo con su vida. Cerca de él estaba un adolescente, Juan Romero, que fue el priemero que le ayudó, evitando que su cabeza tocara el suelo y diciéndole que todo iba a ir bien. Una mentira que Kennedy no tendría tiempo de procesar, ya que se desvanecía al momento.
Durante muchos años, Romero se culpó a sí mismo por la muerte de Kennedy, preguntándose si podría haber hecho algo para evitar el disparo o si Kennedy podría haber sobrevivido si no se hubiera detenido a estrecharle la mano.
A principios de este año, Romero dijo a The Associated Press en una entrevista rara que Kennedy inspiró su compromiso de por vida con la igualdad racial.
Juan Romero ha muerto hoy en un hospital de Modesto, California después de un ataque al corazón. Tenía 68 años.
Hace unos 16 o 17 años llegó a mis manos una maqueta en CD de Driver 8, banda de El Puerto de Santa María, y me sorprendió gratamente su habilidad para coger el vaporcito (QEPD) y plantarse en Nashville (subiendo el río Cumberland, a mano derecha). Posteriormente, en 2009 llegaron a mis oídos ecos de The Brass Buttons y, aunque no los relacioné, sí me gustó bastante su propuesta e incluso reseñé en esta web la canción “Wet behind the ears”, de su primer disco homónimo, publicado en 2008. Luego supe que había un cordón umbilical americano entre ambas bandas. Gracias a esa reseña, me hicieron llegar, en diciembre pasado, su último disco. Y ahora, en mayo, aunque tarde, hablo de él.
Aunque tiran de Gram Parsons (en pie) para bautizarse, están encuadrados en esa panoplia de sonidos que se viene llamando “americana” y hacen efectiva su adoración por Neil Young (en pie) participando en homenajes como el Rust Fest de Bolonia (de aquellos polvos estos “Winterlong”, intuyo), el último trabajo de los portuenses, “Seven Seasons” (Rock Indiana, 2017), rezuma más pop (he podido extraer en pasajes del disco evocaciones a Teenage Fanclub, The Pretenders -después de pasar a Chrissie Hynde por una lijadora-, Blondie e incluso a los Fleetwood Mac menos AOR -sin desmerecer el AOR, pero eso ya es harina de otro costal) que country-americana (¡larga vida a The Jayhawks!) (y atentos a la reminiscencia a Skeeter Davis en “Summertime”).
En definitiva, 12 canciones (más el bonus de “Winterlong”) cementadas por juegos de guitarras que no provienen del azar sino de un baúl de repleto recuerdos sonoros provenientes del mejor power pop y de la americana, sobre los cuales se impone, sin estridencias, la voz de María Palacios.
Es un lujo poder presumir de bandas como The Brass Buttons en la provincia de Cádiz, y una pena el que se prodiguen tan poco sobre los escenarios (y el que yo me haga viejo y ya me cueste ir desde Sevilla al Aulario La Bomba entre semana)
El libro “¿Quién cantará en tu entierro?” nace, casi fortuitamente, como un “spin off” de mi web carleso.com, en la que estáis ahora mismo. En ella me dedico, entre otras cosas de poca relevancia, a elogiar a las figuras de la música que me han marcado, celebrando sus cumpleaños (cada vez menos) u honrando sus muertes (cada vez más). A medida que me iba documentando para esto último, veía que en algunos funerales sonaban canciones o cantaban otros músicos, algo impensable para un funeral de una persona “normal” en España. Poco a poco fui recopilando músicos en cuyos funerales habían cantado otros músicos, y dándole forma fuera de la web, consultando libros, hemerotecas y blogs que me aportaran cierta fiabilidad. Cuando ya tuve una cantidad de páginas que consideré “publicable”, llamé a las puertas de varias editoriales. Aunque hubo un conato de publicación en una de ellas, la aventura no llegó a buen puerto y poco a poco fue desinflándose la ilusión. El PDF pasaría a formar parte de la carpeta «Escritos» de mi PC, y ahí sería enterrado, y nadie le cantaría.
En noviembre de 2017 fui a Trujillo, a la gala de los Premios Pop-Eye, como colaborador en en la organización y reportero informal y poco dicharachero. Uno de los premiados que estaban “a mi cargo” era Ángel Fernández, de Jot Down, quien recibía el premio a la mejor publicación del año. Era mi clavo ardiendo, y a él que me agarré, con mi habitual sutilidad: “Oye, pues tengo escrito un libro que nadie me quiere publicar. ¿Te lo envío?”. Lógicamente, no me iba a decir que no, más que nada porque aún no le había dado la cerveza helada que le había pedido en la barra. “Ya borraré tu email en cuanto lo reciba”, pensaría para sus adentros.
Transcurridos más de dos meses sin recibir noticias, cuando ya iba por el 34º formateo de mi disco duro, destruyendo todos mis escritos, me llegó un correo de Angel. “Juan Carlos, te publicamos el libro. Y Fran Matute será tu editor”. A Fran le conocí rodeado de libros, cuando le presenté la candidatura de Maleso para amenizar la primera edición de Bookstock, y la aceptó con los ojos cerrados. A partir de ahí, nos agregamos a Facebook y nos dedicamos a dar likes mutuos cada vez que uno de nosotros posteaba una canción de NRBQ.
Fran ya había leído el texto porque en el momento en que le conocí, yo repartía mi libro fotocopiado y encuadernado como si fueran los apuntes de “Derecho Romano” a todo aquél que tuviera cara de leer. Y él la tenía. Y la tiene. Así que codo con codo, Peña Bética de Tomares mediante, comenzamos a pulir el texto y a trabajar sobre él hasta conseguir darle la forma deseada. El texto final, ya adecentado, fue rematado con la portada y las ilustraciones de El Ciento, que captó a la perfección la idea que se pretendía transmitir. Tal es así que nos vinimos arriba y le pedimos más de lo acordado inicialmente («¡Queremos también a Elvis en su ataúd!»).
Para finalizar, necesitábamos un prólogo, una alfombra roja que llevase al lector a la primera página. ¿Y quién mejor que Carlos Zanón podría desplegar esa alfombra, desvelando un texto maravilloso en cada vuelta?
No me extiendo más. Sólo espero que disfrutéis con la lectura del libro tanto como yo lo he hecho escribiéndolo.
Si queréis comprarlo online, podéis hacerlo por sólo 15€ (o 25€ más la revista) en Jot Down Magazine
Gracias infinitas a Fran, Angel, Antonio J. Romero, Juan Pedro, Rakel, Martín y todos los que habéis estado implicados de alguna manera en esta aventura
¿Quién puede jactarse de poder haber dicho eso? Pues Glen Campbell, el homenajeado hoy en carleso.com, ya que cumple 79 años. Aparte de eso, que es la frase-gancho para que tú entres en este post, Glen tiene un bagaje impresionante a sus espaldas. Uno de estos todo-terrenos americanos que será muy llorado cuando nos deje. Yo principalmente le conocía como cantante de country, pero aparte de eso ha sido un gran músico de sesión, formando parte de «La tripulación invencible», grupo de músicos que dieron soporte a grabaciones de gente como Bobby Darin, Ricky Nelson, Nancy Sinatra, Jan and Dean, Elvis Presley, Frank Sinatra o Phil Spector.
Entonces, con esa fama bien ganada a principios de los 60, no es de extrañar que le llamaran de los Beach Boys para que sustituyera a Brian Wilson desde diciembre del 64 a marzo del 65, tocando el bajo en la gira pertinente.
Ya a finales de los sesenta comenzó su carrera en solitario, hasta finales de los 80. Y esa parte de su vida a mí, personalmente, me interesa menos. Y mucho menos su faceta como actor o conductor de programas en USA. Yo solo he venido a hablar de su sustitución de Brian Wilson al frente de los Beach Boys.
Hoy llega a los 75 años este actor que tan bien nos cae, y que se quedó ahí en tierra de nadie – con una muy buena reputación, eso sí -, cuando estaba llamado a grandes cosas en esto del Cine.
Aquí os dejo algunas píldoras sobre su vida:
1. Se llama en realidad Ronald Walken. Pero Christopher suena mejor, dónde va a parar.
2. Su padre era panadero. De ahí su afición por el séptimo arte. Está claro.
3. Estuvo entre los candidatos de George Lucas para dar vida a Han Solo. Al final, Harrison Ford se llevaría el Chewbacca al agua.
4. No se amilanó por lo anterior y ganó el Oscar al mejor Actor de Reparto en 1978 por «El Cazador».
5. A partir de ahí su carrera es muy prolífica. Pero aparte de actuar en películas, ha intervenido en videoclips de Madonna, de Skid Row y en «Weapon of choice», de Fatboy Slim. Dirigido por Spike Jonze, fue elegido en 2002 por la cadena VH1 como el mejor videoclip de la historia. Abajo lo podéis ver. Christopher se sale, realmente.
Un día como hoy del año 1942 venía al mundo Aretha Louise Franklin, la reina del soul. Una mujer excelente, que lo sé yo.
A los 14 años firmó su primer contrato con la JVB/Battle, donde el padre, el Reverendo Frankin, grababa sus sermones (Nota mental: ¿se ensaya un sermón?). De ahí pasó a la Columbia y, en 1966 fichó por la Atlantic de la mano y la pasta de Jerry Wexler. Y ahí explotaría.
Pues nada, felicidades, Aretha. Y sigue luchando.
https://www.youtube.com/watch?v=Z4rhy1rBsVM
Esta web utiliza "cookies" propias y de terceros para ofrecerte una mejor experiencia y servicio. Al navegar o utilizar nuestros servicios, aceptas el uso que hacemos de las "cookies"