(Para abarcar una comprensión total de este artículo se recomienda al lector la revisión de La policía, cuanto más lejos mejor)
Ayer tuve que ir a la jefatura de policía de mi pueblo adoptivo para declarar por un emparedado que me hiceron el lunes entre un Renault Safrane y un Seat Ibiza, todo ello propulsado por un temerario Fiat Uno que fue el causante del accidente (y por ello quedó en un estado bastante deplorable). Por suerte no nos pasó nada más allá de un latigazo cervical. Sí, eso por lo que los funcionarios se pasan un mínimo de tres meses de baja…
Pero bueno, este no es el motivo de este artículo, sino lo que ocurrió en jefatura. Una vez que entramos y nos dirigimos a la oficina del agente que nos iba a tomar declaración, me encuentro con que este no es otro que el protagonista del episodio anteriormente relatado. Pude comprobar que no me reconoció, pero yo a él sí, porque una mezcla de Billy Corgan y Nigel Terry (el inexpresivo Rey Arturo del «Excalibur» de Boorman) embutido en un uniforme de policia local que te acusa de agresión en un bar, pues como que no olvida muy fácilmente.
Yo no le dije nada, obviamente. Pero es que el tipo me pidió todos los papeles posibles, y comenzó a rellenar el atestado comenzando por mi DNI. (En voz alta) «Nombre: Juan Carlos Leon…DNI, 31661…» (tal….tal….Le dió la vuelta al DNI) «Nacido en Jerez…». Yo estaba esperando, aguantando la respiración, el momento cumbre…. Y llegó.
– A ver, ¿aquí pone MANTIN, en el nombre de su padre?
Rakel no pudo aguantar la risa en su cara
– Sí, ya sé que está mal escrito- yo, mirando al techo.
– Es curioso. Será MARTIN, ¿no? ¿No se habia dado cuenta?
– Si, si, es Martin, claro. La verdad es que me di cuenta de que estaba mal hace muy poco.

MANTIN reapareció
El agente no le dio ninguna importancia a la fecha en la que yo me di cuenta de la errata, lógicamente, y siguió aporreando el teclado con dos dedos. Pero aquello no podía quedar así. MANTIN clamaba venganza.
– ¿Sabe usted cuándo me di cuenta de que pone MANTIN y no MARTIN? – el tipo me miró, sorprendido -. Cuando me pidió usted la documentación en el Phoenix acusándome de haber agredido a unos chavales.
El policia se echó las manos a la calva y hundió la cabeza entre la «K» y la «S».
– Ya me acuerdo. ¡Vaya metedura de pata! Fue una de esas veces en las que uno no actúa como exige el reglamento y, claro, nos guiamos por las palabras de unos niños sin haber hecho comprobaciones previas y (bla bla bla…).
Al final, como amigos, riéndonos de la anécdota. Si es que no sirvo pa punkie.