Stop

La primera gota de sudor frío está a punto de alcanzar la ceja de Ignacio. Ha estado luchando para que eso no se produzca, para que no llegara a ese extremo. Ni siquiera una dosis extra de su medicación cuando nota los primeros síntomas está sirviendo de nada. Preveía que la batalla estaba perdida. Se conoce muy bien, así como conoce el desenlace de su ataque; pero nunca le ha ocurrido en un tren. ¡Y tiene que salir de allí! Pero la próxima estación está a hora y cuarto de camino. Es inútil hablar con las azafatas. No le conocen. Un ataque de ansiedad, cálmese, llegaremos pronto, ¿le traemos agua?. Será inútil. Tiene que detener el tren y correr. Están pasando por vastos campos donde los agricultores acarician sus tierras. Al fondo, la carretera. Debe correr. Pero nunca ha detenido un tren. ¿Quién ha detenido un tren? Debe buscar la palanca (roja, ¿no?) y hacer caso omiso a cualquier indicación de advertencia o a cualquier persona que vea sus intenciones e intente disuadirle. Se levanta, pálido, la mirada perdida y busca en la plataforma de separación de vagones la palanca que tiene que activar. No hay ni un cristal de protección. ¿Cualquiera puede detener un tren?. Mira al interior del vagón, la gente lee o mira las pantallas. No es momento de pensar en la gente. Y menos en esa gente. Agarra con decisión la palanca y tira hacia abajo con fuerza, haciendo saltar el resorte de seguridad. Se agarra a la barra de la ventana, esperando el frenazo seco, pero no ocurre nada, el tren sigue su marcha, la gente sigue leyendo. El pánico es él. ¿NO ha pasado nada? Espera. Mira por la ventana, todo sigue igual. O todo PARECE igual. Pero no es así: los agricultores ahora no se mueven, los coches están detenidos en la carretera. En el cielo hay una bandada de pájaros estáticos, como si estuvieran dibujados en la ventana.

8 comentarios

  1. …muy inquientante Carlitus….y el final muy sorprendente!…estás hecho un máquina!…en breve te desapareceran las piernas…jujuju

  2. No puedo imaginar lo que se debe sentir al sufrir un ataque de ansiedad o pánico en lugar público y sin escapatoria aparente. Tiene que ser una gran putada. 

  3. pues deberías leer el de la universidad de pedigüeños, estuve todo el día preguntándome cómo putas era posible aquello.

     

    y la respuesta era muy fácil: no era posible.

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