San Pantaleón nació en Nicomedia, actual Turquía, a finales del siglo III. Era hijo de Eustorgio y Eucuba y fue médico como su padre, el Dr. Pantaleón(endocrinología y obstetricia). Su nombre, en griego, significa: “El que se compadece de todos” (un poco altivo, ¿no? Pues seguid leyendo que igual os compadecéis de él).
Fue perseguido por Diocleciano en 303. Tiene guasa que te persiga Diocleciano, la verdad. Tras ser torturado de varias maneras (aquí viene lo bueno: con plomo fundido, ahogamiento en el mar, en la rueda, en el potro, arrojado a las fieras y con una espada hasta que, finalmente, fue decapitado) y portarse como un machote, murió. Según la tradición cristiana, murió bajo una higuera seca, que floreció al recibir la sangre del mártir.
En Ravello, Italia, se conserva una ampolla con una porción de su sangre, así como en el Real Monasterio de la Encarnación de Madrid. Allí, cada año, la víspera de su santo (27 de julio), su sangre, conservada en estado sólido, se licuefacciona, sin que hasta la fecha se haya encontrado explicación alguna para tal milagro. O sea, que ayer se licuó su sangre, sin que hasta la fecha se haya encontrado explicación alguna para tal milagro.
Es invocado por los que padecen dolores de cabeza y por los tuberculosos. Ya tengo un nuevo santo a quien invocar. Fuera San Pancracio. Al Mónaco.