Praga (III): Monumentos

De todas las ciudades monumentales que he visitado, Praga es la que está más lejos.

Pero merece la pena plantarse allí y comenzar a recorrer la ciudad que, por otro lado, es la mar de manejable y recogida. Y como apuntaba en el primer capítulo de esta Guía, el transporte público recorre y desatasca sus arterias con muy buen criterio.

Segada por el río Vtlava (¿quién no conoce el río Vtlava? ¿quién no ha pronunciado alguna vez «Vtlava»?), varios puentes hacen de cremallera uniendo las dos orillas. De todos ellos sobresale el Puente de Carlos, visita obligada. Un bonito puente que parte desde la ciudad vieja y cruza el río para que pintores, músicos, artistas y vividores se exhiban entre estatuas, monumentos y cientos de turistas por minuto. El domingo, día cumbre, aparte de los «mercaderes» ofreciendo pinturas, caricaturas, postales y lienzos, pudimos oir a una orquesta de jazz, a un dúo checo evocando sonidos pantanosos de New Orleans (guitarra y armónica), muy majos, a una chica salida de un cuadro flamenco (me refiero a pintores belgas, holandeses…no a un grupo de bulerías) tocando guitarra clásica, y a un dúo (madre e hija, o algo así) con un teclado cantando coplillas líricas de estilo Nu-Catecumenal. En fin, el puente de Carlos es un divertimento por sí solo.

Otro punto de atención obligada es la Plaza de la la ciudad vieja. Aquí nos encontramos en el decorado de una película medieval (del estilo «La pimpinela escarlata» o «Alien»…). Una gran plaza ciurcundada por edificios imponentes, y con dos referencias por encima de todo. La torre del ayuntamiento, por un lado, se eleva portando el famoso reloj astronómico, una obra de arte que podréis fotografiar si os sacáis el codo del ojo del japonés de turno que se ha acoplada a tu lado y aprovecháis que el alemán (1,82 mínimo) de delante se agacha para abrocharse el velcro de la sandalia (con calcetines debajo,of course).


Reloj astronómico (pulsa para agrandar, chiquill@)

Si miramos a la derecha justo en este momento que acabamos de fotografiar el reloj (DSC01098.jpg. Las fotos hoy son nombres de fichero, y además, horrorosos), veremos las monumentales torres góticas de la Iglesia de Tyn, una estampa asociada a Praga en cualquier postal o imagen de la ciudad. Pues nada, foto al canto, intentando evitar el típico andamio que persigue al turista allá donde va y que recubre los principales monumentos (este andamio en cuestión me suena a mí de Florencia 2001, que me quedé con su cara).


Iglesia y andamio de Tyn (pulsa para agrandar, chiquill@)

Muy cerquita de allí está el barrio judío, el único que sobrevivió al nazismo en la zona, otra visita que aparece en todas las guías. A mí, la verdad, entre vosotros y yo, un barrio judío podría haber sido un barrio sueco, o croata. Vaya, el barrio en sí no tiene nada de especial. Bueno, seamos justos, en él nació Franz Kafka, icono de Praga. Pero como barrio barrio…no es nada del otro mundo (ahora pienso para mis adentros, NO HAY NADA DEL OTRO MUNDO!). Igual si uno paga la entrada para ver el cementerio y las sinagogas (3 sinagogas. ¿Son muchas? ¿Pocas? ¿Está bien el número? ¿Algún experto en sinagogas que me saque de dudas?), le ve más chicha al barrio judío. Sea como sea, los edificios son bastante bonitos e imponentes, al nivel de toda la ciudad vieja de Praga. El paseo por sus calles es agradable.


Monumento a Kafka (pulsa para agrandar, chiquill@)

Mañana o pasado: Praga (IV): «Monumentos (Part Two)»

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Praga (II): Gastronomía

La gastronomía en Praga es muy rica y variada. Puedes comer en un tailandés, en un mexicano, en un chino, en un italiano, e incluso en un checo… Pero lo mejor sin duda es la cerveza. Bueno, no la cerveza en sí, que también está buena, sino los PRECIOS de la cerveza. Como reclamo para los clientes colocan pizarras en el exterior de los bares anunciando el precio de la cerveza, y la cantidad de cerveza que te dan por ese precio. Lo más barato que encontramos, en un bar enfrente del hotel que no tenía barra, sino fregadero, fue 25 coronas el medio litro, es decir, menos de un euro. Y lo del fregadero es cierto, entramos en el bar y no había barra. Lo más parecido era un fregadero con un grifo tras el cual un chaval fregaba vasos. Al ver mi desazón (yo no sabía si pedirle dos birras o acercarle el Mistol, Mitstojska en checo) me indicó que tomara asiento, que no me preocupara por ese detalle «menor». Lo bueno es que entramos porque desde fuera sonaba una orquesta de dixieland. Eran cinco o seis personas de edades avanzadas. Más que avanzadas, remotas. Allí estaban sentados a una mesa, a lo suyo, contrabajo, guitarra, saxo, clarinete, recreando el espíritu de New Orleans. Fue sentarnos y finalizar Sweet Georgia Brown y recoger los instrumentos. Y nosotros, con el medio litro intacto.

En definitiva, el precio normal de la cerveza oscila entre 25 y 50 coronas, y las medidas, entre 33cl y 50cl. Las marcas más baratas, Urgell Pilsener y Gambrinus.


El interior de un típico restaurante checo

Si pedís un Gin Tonic, os recomiendo la siguiente estrategia:
1) Llamad al camarero
2) Atarlo a una silla
3) Decidle que os mire fijamente, prestando atención
4) «Queremos, EN UN MISMO VASO, TODO JUNTO, ALTOGHETER, UNITED, REBUJATED (si sabéis más idiomas, soltadlos en este punto), GIN AND TONIC» Hacemos los gestos pertinentes de verter primero la ginebra, y luego la tonica. CON HIELO, PLEASE!!
5) Desatamos al camarero no sin antes habernos asegurado de que lo ha entendido TODO, y le damos una palmada gratificante en la espalda.

En caso contrario te traerán un vaso de tubo con la tónica, un vasito de chupito aparte con la ginebra, y un cuenco con el hielo (lo del hielo podría ser peor y que te trajeran una nevera portátil, una cubitera y un vaso con agua) (de todos modos, el hielo tendréis que pedirlo un mínimo de dos veces). ¿Rodajita de limón? JA,JA,JA,JA….

En cuanto a la gastronomía, sólo un par de recomendaciones:

a) si vais a un restaurante griego en el centro y os atiende una especie de Victor Valdés después de haber pasado una semana en un campamento jíbaro, mucho cuidado con vuestro dedo índice a la hora de señalar los platos que vais a pedir. Allá donde se pose vuestro dedo, allá que el nota apunta en su libreta. Así que como os dé por pasear el dedo por la carta mientras encontráis el plato en cuestión, haced hueco en la mesa, y preparaos para dejar hueca la cartera. En mi caso, por suerte, sólo trajeron DOS ensaladas en lugar de una. Luego, explícale tú a un griego-checoslovaco que la primera no valía. Al final, lo mejor es pagar y mandarlo al carajo. Qué tranquilo se queda uno sin tener que correr después de insultar a alguien…


La cara que se me quedó tras salir del griego

b) una vez asimilado el punto a),lo siguiente es indicar al camarer@ el orden de preferencia de los platos. En caso contrario, puede ser un caos. Mientras tú te comes un plato de pasta, el camarero espera a que tu acompañante se acabe la ensalada (suelen ser para compartir, ¿no?) para, una vez retirada esta, intercalar un platito de aceitunas comunistas y mirarte con su mejor sonrisa. Después de un tiempo incierto, traerá el plato que debió traer al tiempo que mi pasta, y tu acompañante comerá sol@, mientras tú, para solidarizarte con él/ella, irás picando tímidamente alguna aceituna que otra. Por defecto, traerán los platos en el orden en que los pediste. La lógica gastronómica no tiene cabida.

Por último, tenéis que saber que la propina allí te la recuerdan en el tiquet. Cogen un boli y te subrayan, en la parte inferior, donde aparece «SERVICE IS NOT INCLUDED». Aquí tenéis varias opciones de nuevo:

a) Si se han portado bien y tal, y tenéis coronas en la cartera, dejadle un porcentaje, un 10% o así de la cuenta suele ser lo acertado
b) Si se han portado bien y no tenéis coronas, o vuestro principios van en contra de las propinas, podéis coged el mismo boli y escribir en la parte posterior del ticket: EURIBOR=4%. Seguro que lo entienden, es un idioma universal
c) Si no se han portado bien, tengáis coronas o no, os remito a la parte final del apartado del restaurante griego


La prueba

Buen provecho.

Mañana: Praga (III): «Monumentos»

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Praga (I): Transporte público

Comienzo aquí mi particular «Guía del Viajero» sobre Praga comenzando por su servicio de transporte público. En sucesivas entregas hablaré sobre la gastronomía, monumentos, un montón de cosas…

La red pública de transportes (metro, bus y tranvía) comunica muy bien la ciudad. Existen bonos de un día, de tres o de siete días para hacer uso de cualquiera de ellos. Así que compramos el de siete días por unas 280 coronas (unos 9 euros).

Con dicho billete fuimos moviéndonos todo el tiempo, picándolo cada vez que nos subíamos a un transporte, y extrañándonos a su vez de que nadie picara (“serán aborígenes de aquí y, o no pagan por la cara, o tienen tarjetas mensuales o algo así”, pensamos sin darle importancia).

Con toda la tranquilidad del mundo bajamos al metro el sábado noche por nuestras escaleras mecánicas, cuando, en el túnel de acceso al andén (la mayoría de estaciones, por cierto, tienen un diseño muy setentero, muy bonito) se me planta un colega enfrente con una chapa en la mano, hablándome en checo. Yo pensé que eran algo así como Testigos de Jehová (el día anterior había visto a dos de ellos con la típica revista “¡Despertad!” -en mi casa duermen dos ejemplares desde hace meses esperando a que algún testigo venga a rescatarlos -, en checo, claro, pero estos no se acercaban, permanecían impasibles) e intenté pasar de largo. El nota se interponía en mi camino enseñándome la chapa (era algo así como las medallas que me daban en los boy-scouts por subir a un árbol a través de una cuerda que colgaba de una rama), y yo diciéndole que me dejara, ome. Había otro colega con él, con otra chapa, que juntó su hombro con el de su compañero formando una muralla infranqueable contra la cual se estrellaba mi frente una y otra vez (los checos son altos, y yo, no). Hasta que a uno de ellos se le encendió una luz y pronunció la palabra “TICKET”, y el tiempo se detuvo.


Pared de una estación de metro en Praga

“Haberlo dichoooo, omeeee. No pensarían que quería pasar sin pagar ni nada de eso, ¿no?» (actitud Woody Allen). Eran revisores (en esos momentos la placa de los boy-scouts cobró un significado totalmente diferente, casi terrible). Total, que le mostramos nuestros tickets, los miraron, se miraron entre ellos, nos miraron, yo silbaba mirando al techo, y nos entregaron los tickets y deshicieron la muralla humana, y pudimos salir vivos de allí.

Pero no acabó ahí la cosa. Ojalá. El domingo por la mañana fuimos al castillo y nos bajamos en la estación de metro pertinente (Malostranska, para más señas). Al disponernos a salir, nos intercepta otro nota. Este iba solo, pero a este era más difícil rodearlo que saltarlo. Así que sacamos nuestros tickets de nuevo y se los dimos. Su expresión cambió. “Ooooohhhh no, too many stamps..no, no…it’s not valid… You have to stamp only the first time“ (Nota del traductor: «Ohhhh, palurdo español, hay demasiados sellos…no, no,…no es válido, sólo has de sellar la primera vez»). Y sacó el talonario de multas. “I have to penalize it…” (Nota del traductor: «Se te va a caer el pelo, so tonto…») o algo así, dijo. En mi inglés aprendido de cantar las letras de los Stones en la ducha le dije que no era posible, que el ticket valía para siete días y que ningún sitio pone que no se deba validar más de una vez. “Ohhhh, toleransia, you’ve only to pay one”. Vamos, que encima se iba a “enrollar” y a multarnos sólo una vez en lugar de dos. Como rodearlo era difícil, y para saltar no estábamos ya a esas alturas del partido, decidimos pagarle (500 coronas!! Casi 20€), insultarle en castellano y en checo-andaluz y salimos antes de que la policía secreta viniera y nos detuviera y nos interrogara y nos torturara en una oscura y desangelada oficina de un edificio decadente de la periferia de Praga antes de enviarnos a alguna prisión remota de la meseta checa de donde nunca saldríamos vivos. Tuvimos suerte, pues.


La cara que se me quedó tras pagar la multa

Como conclusión del encuentro y aviso a futuros visitantes, los tickets sólo han de validarse una vez, para que la fecha sea visible por el revisor. Tiene su lógica, porque en nuestros tickets sólo se veía una amalgama fechas superpuestas. Pero, joder, la “toleransia” checa me dejó de piedra. No vale abusar de los turistas, no vale. Eso nos pasa por ir por el metro con el plano en la mano, cantando «Abre la puerta» de Triana a voz en grito. Es que hay que disimular un poco más, joder….


Tampoco es tan ininteligible, ome…

Pero ahí no acaba la cosa. De vuelta de visitar el castillo de Praga nos montamos en un tranvía (el metro ya ni olerlo!!), con los mismos billetes. Nuestro orgullo español nos impedía comprar de nuevo los tickets, para un día y medio que nos quedaba allí. Además, no nos iban a para otra vez, ¿no?. Pues nada más subirnos escruté a mi alrededor y mi mirada se cruzó con la de un tipo de unos cincuenta y tantos años, asido con seguridad a la barra del tranvía, con bigote blanco, que no tenía mucha pinta de turista. En ese momento lo supe. Entre él y nosotros, unos risueños turistas picaban su billete en la maquinita del tranvía. Volví a mirarle de nuevo a través de la axila del guiri que estaba a mi lado y allí estaba, esperándome, desafiante, la mirada de aquél individuo. Las puertas aún no se habían cerrado. ¿Saltamos afuera? El hombre miró la puerta también. Fue una lucha de miradas que duró un minuto escaso. Aparté la mirada, resignado, mientras las puertas del infierno se cerraban a mi espalda y el tranvía comenzaba a andar.

“Tickets”. La maldita palabra sonó a mi espalda como un veredicto judicial. Me di la vuelta y, efectivamente, el tipo del bigote (antiguo policía del régimen, ahora metido a revisor de tranvías, seguro), placa en mano, le pedía el ticket a los turistas de sandalias con calcetines que estaban a mi lado, sin dejar de mirarme. Por fin llegó el momento, el tipo se encontró frente a mí. “Tickets”. Rebusqué en mi cartera temiendo dos cosas: a) que se viera el dinero (pensaba decirle que no tenía un duro si me ponía una multa) y b) que se me cayera la multa al suelo (pensaba decirle que no sabía nada de nada, ni inglés, vaya). Lo peor es que no encontré ni los billetes, entre el nerviosismo y la sonrisa de turista despistado. Menos mal que Rakel los tenía y se los dio. De nuevo el “Oooohh, too many stamps..”. Nos callamos la boca, diciendo únicamente “Seven days” (como la canción de Bob Dylan), mientras él intentaba explicarnos que sólo había que picar una vez. “¿English?”. No. “¿Italiano?”. No. Españoles, carajo. Nos hicimos los locos del todo. Vamos, si me llega a hablar en español le hubiera dicho que era de un pueblo remoto de galicia donde solo se fala galego. En fin, el tipo nos dió por perdidos y se dio la vuelta, mientras Rakel y yo comentábamos en un refinado checo los avatares que nos estaban pasando…

Al día siguiente, y para que nuestros miocardios no sufrieran más, compramos un tickecito de 20 coronas para echar el día. Y lo picamos SOLO UNA VEZ!!!! Y se lo iba enseñando a todo el que se subía al bus (imaginen a Mr. Bean en esta situación, y se harán una idea exacta).


Este sí que sí!

Mañana: Praga (II): «Gastronomía»

Abejas

En una carreterita muy estrecha que une Bolonia con Punta Paloma nos encontramos este aviso.

Destacar el valor de la fotógrafa al salirse del coche para poder ofreceros la foto a vosotros ocho, mientras yo comía pipas sentado al volante, escuchando Kiss FM.

(Yo me pregunto, ¿para qué servirán los nueve cuadritos del cartel?)

The Refoundations en Praga

Este fin de semana hemos tocado en Praga, en la «I Semana del Northern Soul Checoslovaco (When Betty Everett Meets Anna Jovolskla)».

La actuación fue en la plaza del Ayuntamiento, en la ciudad vieja, entre la torre del ayuntamiento y las torres de Tyn.

Fue todo un éxito, y la gorra me sentaba genial.

Someday Never Comes

Compuesta por el líder de Creedence Clearwater revival, John Fogerty, este tema formaba parte del último álbum editado de la banda, «Mardi Grass», publicado el 11 de abril de 1972.

Quizá no es de los temas que primero se viene a la cabeza al mencionar a la Creedence, pero siempre me pareció diferente a los demás, como si fuera otro tipo de Creedence la que lo interpretaba.

La canción viene a decir que (en teoría) algún día llegarán las respuestas a las preguntas e interrogantes que nos van surgiendo en la vida, pero se va acercando el final, y ese día nunca llega. Má o meno.

Praga

Es posible que ahora mismo esté paseando por ahí, por el Puente de Carlos. No hacía falta que montaran todo eso para recibirme, pero bueno, de bien nacidos es ser agradecidos.

En el video de abajo, una de las muchas bandas de músicos que salpican el puente de Carlos (no lo he grabado yo, ¿eh?, estaba en el Youtube).

The Refoundations en Marbella

«No es rico el que mucho tiene sino el que poco necesita»

Bueno,eso está muy bien. También hay que tener en cuenta que los proverbios y refranes los inventa la gente pobre (pobre como yo y la mayoría de los que estáis leyendo esto, vaya), en concreto el proverbio anterior. Prefiero quedarme con la canción de Jorge Martínez, de Ilegales, «Quiero ser millonario, para olvidarme de los amigos».

Bueno, no frivolicemos más.

Ser rico no está pero que nada mal. Te da la posibilidad de vivir en una mansión en la cual el pomo de una puerta vale más que todas las puertas de mi casa juntas, en una mansión con piscina, salón recreativo, pista de tenis, gimnasio, sauna…ya paro. (Ni una pelusa, oigan….es mi fijación, lo sé, pero en cientos de metros cuadrados no vi NI UNA pelusa!!)

Pero lo más importante, te da la posibilidad de montar una fiesta y, prácticamente, llevar al grupo que se te antoje. Por suerte, Bill (así se llama nuestro rico) se encaprichó de nosotros y allí nos encajamos The Refoundations (versión mini por la ausencia del teclado y un guitarra), en su mansión, en su villa, en el corazón del ladrillo corrompido, para amenizar su fiesta a base de soul (eso era lo planeado, luego la cosa tiró por miles de derroteros).

Los asistentes, una mezcla de guiris color salmonete más un montón de españoles que habían acudido al olor de «esto es gratis!!». Castillo hinchable para los más pequeños, globos salpicados por toda la casa, catering impecable, luces, cámaras….y acción.

El planning era:
– 21:30 1er pase de The Refoundations
– 22:30 1er pase cuadro flamenco
– 23:00 2º pase de the Refoundations
– 23:30 2º pase cuadro flamenco
– 00:00 3er pase de The Refoundations

Es mucho más fácil hacer entrar en calor a la gente pegándole dos porrazos a una caja, lanzando un quejío y rasgando una guitarra medianamente bien que recreando a The Detroit Spinners, eso es innegable. Al menos a la gente normal… Así que el primer pase de cada grupo se decantó a favor del cuadro flamenco.

Los canapeses varios y los vinos y cervezas hicieron que tanto grupo como público fuera entrando en calor y mimetizándose en la fiesta. Sobre todo los españoles, que sitiaron la mesa de los canapés mejor que los romanos rodearon Masada en el siglo no sé cuántos.

Así, con los efluvios del vino y del paté en el aire, el segundo pase fue atrayendo hacia la zona «soul» de la fiesta, o sea, el porche sobre la escalinata que daba acceso a la piscina, a más gente y con más ganas debailar que antes. Todo ello derivó en un «Love Potion Nº 9» con mucho groovy y con mucho baile en la pista (al menos vimos al «jefe» bailar, y con eso ya nos conformábamos…Materialista que es uno. Bueno, seis).

Luego le pasamos el relevo al cuadro flamenco que trasladaron a los allnighters y los transformaron en rumberos de pro. Ya sólo quedaba el tercer pase de The Refoundations, media hora prevista, y sin más canciones en el repertorio, así que tocaba imaginar, repetir e improvisar (todo para cobrar los 1000 euros acordados). Pero, ¿quién no conoce «Stand By Me»?, el clásico que inmortalizó a Ben E. King y le hizo ver que después de eso no había nada. Para comenzar la transformación de rumberos a allnighters no salió nada mal el tema. De ahí hasta rellenar la media hora acordada fue un «greatest hits» de los dos pases anteriores. Cuando dimos por finalizado el concierto, el jefe se acercó al cantante y le dijo algo al oido. Este a su vez me dijo algo a mi oido: «Si seguimos tocando, 500 euros más». Vámonos que nos vamos. Saqué de nuevo la guitarra, el batería sus baquetas y el bajo hizo lo propio.

Desde ese momento hasta dos horas después, con cambios de formación (no adjudicar todo lo que viene a The Refoundations…) y espontáneos-hooligans incuidos, se improvisaron cosas como: The kids are allright, Johnny B Goode, Paperback Writer (eso fue una petición!!!), Twist And Shout, Louie Louie, A Message to you Rudy, Another one bits the dust (hooligan al micro), Hey Joe, In the city (otra petición), Superman de Miguel Bosé (enajenación mental transitoria), Start Me Up, Be Bop A Lu La, Imagine, Substitute (primer molinillo, primera púa rota) y unas cuantas más que ya no recuerdo (¿qué tendría el paté de los canapés que me mareó tanto….?), para finalizar con Wipe Out.

A las tres menos algo, exhaustos pero contentos, echamos el telón y nos dedicamos a disfrutar de «nuestra» mansión, y a dormir en la casa de invitados, con jacuzzi incluido y albornoces limpitos preparados. Al día siguiente despertamos del sueño, recogimos el equipo y nos volvimos a casa, con la sonrisa puesta. Y la carterita más llena, claro.

Más fotos

La canción del fin de semana

Los Planetas – «Qué puedo hacer»

Esta noche iremos a ver a Los Planetas (concierto-excusa para una reunión de buenos-viejos amigos) al Teatro Pemán de Cádiz, (con cierta inquietud, por miedo a que vuelvan a decirme lo que me decían antes del Primavera Sound 2007, es decir, muy poco), así que para completar el día planetario, ahí va la canción que más me ha gustado siempre de ellos.

Con esta canción se despide el último fin de semana de verano. Me alegra pero a la vez me da un poco de pena, en el fondo.

Buen fin de semana.

Sobre los blogs, fotologs y demás….

La Vanguardia publicaba la semana pasada una reseña del ensayo de Andrew Keen en el que critica la situación actual de la cultura en la web 2.0. Bajo el título The cult of the amateur, el ensayo contiene las siguientes afirmaciones:

1) La Red actual convierte la cultura en cosa de aficionados y la destruye
2) El criterio de los académicos, críticos o periodistas queda relegado
3) Disminuye la calidad del conocimiento y de la información
4) Los blogs tienen una gran carga de narcisismo digital
5) Gran parte de la información es falsa y corrupta
6) Es imposible distinguir la información de la desinformación y la publicidad
7) El 90% de nuevos blogs son en verdad splogs (Spam + blog)
8) Los comentarios de un producto pueden venir del fabricante o de un competidor
9) Las empresas cuelgan vídeos en YouTube y no advierten de que son publicidad
10) Wikipedia es utilizada por las multinacionales para distribuir propaganda.

Toca reflexionar. O no.