A todos los que presumís de árbol de Navidad potente os diría que le echáseis un vistazo al árbol que Harold Lloyd tenía en su mansión Greenacres, en California. El árbol fue creciendo entre la década de los 50 y los 60 hasta adquirir proporciones monstruosas, al punto de que se convirtió en perenne. Cualquiera se ponía a desmontar el árbol una vez pasada la Navidad.