Hoy, 4 de diciembre, se celebra el martirio de Santa Bárbara, que nació en Nicomedia, cerca del mar de Mármara, allí donde hoy hay un videoclub.
Pues cuenta la leyenda que su padre la encerró en una torre para que no la miraran los hombres (ni que fuéramos mirando a las mujeres por la calle…). Y ella, un día, aprovechando la ausencia del padre, se convirtió al catolicismo (hay que situarse en el contexto, ome, eran las gamberradas de la época…»oye, que papá y mamá se han ido, ¡convirtámonos!»)
Total, que el padre se rebotó y le castigó como se castigaba en la época: fue atada a un potro, flagelada, desgarrada con rastrillos de hierro, colocada en un lecho de trozos de cerámica cortantes y quemada con hierros al fuego…
Lo mejor viene ahora: «Finalmente, el mismo rey Dióscoro la envió al juez, quien dictó la pena capital por decapitación». Vamos, que lo anterior era un tanteo. Su mismo padre fue quien la decapitó en la cima de una montaña, tras lo cual un rayo lo alcanzó, dándole muerte también, por pesao.
Debido al tema este del rayo, Santa Bárbara va siempre relacionada con los explosivos y así es patrona del arma de Artillería.
Pedazo de mártir, esta sí que lo es y no San Dionisio.