Reinando en la España cristiana Alfonso X, hijo de (San) Fernando III y por entonces, habiendo estallado revueltas en distintos puntos de la península, agravada la situación con guerras con los musulmanes, el rey se encontró agobiado de hombres para presentar batalla a los disidentes y, sobre todo, falto de dineros con qué reclutar nuevos contingentes para reforzar su ejército. Ante este panorama, muchos de los que habían permanecido fieles lo abandonaron o, peor aún, se pasaron al bando contrario. En esta situación, el pueblo de Sevilla cerró filas en torno al monarca, contribuyendo con hombres y dinero a las huestes reales. Llevado a buen fin el lance y sofocados los distintos motines, en reconocimiento a los sevillanos, les otorgó beneficios y tierras. Además les concedió un símbolo de su reconocimiento y estampó en su escudo el símbolo heráldico NO DO (NOmus DOmine, el nombre de Dios, dice la gente en las páginas webs que yo miro)
Y, tomando una madeja la colocó en medio de estas dos sílabas, con lo que formó el anagrama: Sevilla NO-MADEJA-DO, que leído queda;
SEVILLA NO ME HA DEJADO
Hoy, 30 de mayo, creo que se puede ver el cuerpo incorrupto de Don San Fernando (como decía el gran Silvio) en la Catedral de Sevilla, donde está durmiendo el hombre.
Y, lo más trascendente de todo esto: hoy no se trabaja en Sevilla (esto lo escribí inicialmente cuando no era autónomo. Ahora ya no tiene sentido. Ahora nada tiene sentido).
Y felicidades a los Fernandos, ome.