Hoy se cumplen 40 años del lanzamiento del segundo disco de David Bowie, "The man who sold the world", después de debutar con el revelador "Space Oddity" en 1969.
En él se empiezan a vislumbrar señales de la obra cumbre del Duque Blanco – el colosal "Ziggy Stardust" -, dos años más tarde, pero se ve que aún no ha hallado su sitio. Lo que sí halla es la base de sus "arañas de marte", Mick Ronson a la guitarra y Mick Woodmansey (pronúnciese budmansi), un auténtico pulpo, a las baquetas, y Ken Scott como técnico de sonido. Sin Mick Ronson, Bowie no hubiera sido el mismo. ¿Y sin Toni Visconti, productor de este y varios discos más?. Pues seguramente tampoco.
Ese peaso de Ronson
Como decimos, Bowie aún no ha encontrado su camino en 1970, ya que flirtea con el rock duro (algunos le tildan de gótico) (ahí están esos riffs a lo Motorhead en "The Width Of a Circle", o las similitudes con Grand Funk Railroad de "Black Country Rock") e incluso con el floreciente rock progresivo (el comienzo de "Saviour Machine" podría ser de Triana), en varios de los cortes del disco. Claro que luego llega la canción que le da título y entonces sí se presenta ante nosotros el Bowie inmortal, el hombre que vendió el mundo. La mejor del disco, junto a la desasosegadora "All the madmen".
A los amantes del Bowie más duro y oscuro, les gustará este álbum. A mí, aún gustándome mucho (fijáos que me gasté 1.550 pesetas en él hace años), me gusta menos que su sucesor, "Hunky Dory", verdadera alfombra roja para el desfile de Ziggy.
Spotify: David Bowie – The Man Who Sold The World