Quería hablar sobre uno de los inventos más perversos del ser humano: el film transparente. Cuando era pequeño, esta aberración no existía, al menos en formato "home edition". Las industrias conserveras y eso seguramente lo utilizarían. Pero llegó un momento en que se comercializaron los rollos de film para envolver bocadillos y demás. Y yo tengo uno en mi casa (un rollo de estos dura tela marinera. Igual hasta me ha caducado).
Este invento no tiene más que inconvenientes, a no ser que lo tengas perfectamente colocado en uno de esos aparatos que venden para colocar y cortar el papel aluminio y el transparente (de estos aparatos del demonio también hablaremos otro día).
El primer inconveniente reside en detectar por dónde va el corte del rollo. Al final acabas abriéndolo con las uñas (si no te las has mordido de la histeria) para poder empezar a sacar el dichoso film. Bien, una vez solventado esto ya parece todo más fácil. Consiste en ir desliando hasta obtener el tamaño adecuado con el que envolver el bocata en cuestión. Una vez calculado, viene lo bueno, que es cortarlo, y aquí hay que concentrarse. Olvidáos de las tijeras, porque tendréis que soltar una mano del rollo, dejando en libertad al malvado film, que se encogerá a las primeras de cambio, lo que será vuestra perdición. El primer intento de corte dadlo por nulo, como la primera rodaja del pan bimbo. Saldrá mal y se os arrugará el film. Al segundo intento iréis con mucho mimo rasgando cuidadosamente hasta que el film, en toda su extensión, se despliegue en el aire. Es un momento delicado, porque a partir de ahora el film tiende a buscarse a sí mismo y, conforme lo acercáis al bocadillo, se va cerrando en tu cara. Cuando por fin lo depositáis sobre el pan, el tamaño original se ha visto reducido a la mitad, lleno de pliegues. Al final envolvéis el pan malamente, con un trozo enano, dejando partes al aire.
Para acabar, a la hora de abrir el bocata para comerlo, estaréis conmigo en que no tiene nada que ver un bocadillo envuelto en su papel de aluminio, que el bocadillo pegajoso y reseco que aparece cuando quitas el puto plástico de los cojones, ome ya.
PD: ¿No os gustaba oler la mochila despuésde una excursión del colegio?






