As time goes by

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Herman Hupfeld fue un compositor americano, en la época de los compositores americanos.No dejó un legado tan influyente ni una obra tan proflífica como otros compositores, cuyos nombres no pienso decir: Irving Berlin, Cole Porter, Rodgers, Hart, Hammerstein… (no lo puedo evitar); pero sí forma parte de tu vida, desde el momento en que compuso «As time goes by», para una secuencia del musical «Everbody’s Welcome», que se estrenó en Broadway en 1931. Él además solo aportó una canción como material extra, o sea que el musical ni siquiera es suyo. Pero esa canción no era otra que «As time goes by», y fue cantanda en dicha obra por Frances William (si alguien le conoce que se ponga en contacto conmigo). Pero bueno, como en esa época los musicales no llegaban demasiado lejos, la canción permaneció como aportación satélite al mismo, y fue grabada ese mismo año por varios artistas, entre ellos Rudy Vallee, que hará el papel de «Originator» en este post para esta canción. Poco a poco la canción quedó en el olvido. Bonita, sí, pero que pase el siguiente.

Rudy_Vallee

Hola, soy Rudy Vallee y os presento la colección otoño-invierno

Pasó el período de entreguerras y volvió la guerra, y, mientras Hupfeld se dedicaba a entretener  a los soldados americanos en cuarteles y hospitales, Michael Curtiz rodaba «Casablanca». Corría el año 1942, y a Dooley Wilson le cambiaron el nombre por Sam y su instrumento, la batería, por el piano. Al menos era negro de verdad, no tuvieron que cambiarle el color. Cuando Ingrid Bergman le pide a Sam que vuelva a tocar su canción (aunque realmente el piano lo toca Elliot Carpenter -si alguien le conoce que se ponga en contacto conmigo- , ya que Dooley tocaba la batería, como ya he dicho), a Herman Hupfeld le daría una alegría tremenda, porque se haría inmortal.

Maleso publica su quinto disco

Maleso - Cinta Aislante Negra 2013

Cada cierto tiempo, Maleso va a casa de sus padres (que son los míos, casualmente), y saca de las estanterías los álbumes de fotos que tienen atrapados recuerdos y olvidos («¿cómo? ¿ese era yo? ¿cuándo he ido yo a Sierra Nevada?»). Estos recuerdos le hablan. Y la mente de Maleso le juega malas pasadas, cuando coge una guitarra o se sienta al piano. Las fotos de esos álbumes empiezan a pasar por su sala de proyecciones, mientras le da forma a acordes innombrables. Así salen discos como los que él hace. «Cinta aislante negra» es un título que guiña a su/nuestro pasado (al igual que «60 bolígrafos», pero eso fué otra historia), aunque en su interior, si sóis de los que ponéis atención en las letras, Maleso vuelve a sus lugares comunes, esos que algún día deberían servir para referirse a la música de otros autores («suena a Maleso totalmente»). Y esto no es otra cosa que el amor platónico e irracional («En el ABC»), historias de perdedores («King Kong», «Sigue yendo a los bares»), el rodillo del paso del tiempo («No te echo de menos a ti»), o el homenaje en clave country a la protesta y el pataleo ácido contra la sinrrazón a la que nos están conduciendo («Candado en el contenedor»).

En cuanto al estilo, Maleso sigue fiel a sus raíces pop, con una pierna en los 80 (Lapido tiene que estar contento) y otra en los 60, salvo un cameo como Johnny Cash dejando el móvil en el detector de metales de la prisión de Folsom, California («Candado en el contenedor», lógicamente) y una concesión – «País de papel» – a esa época en la que la única intoxicación que podías sufrir en un festival de música era de ortiguillas (o dime tú viendo a Hilario Camacho qué futuro tiene un camello…)

Maleso - Cinta aislante negra 2013

Ahora que veo a Miss Cafeina haciendo el polla en la Cadena SER, en «Telediario 24h», con una pasta que les habrán puesto detrás para que puedan hacer el polla en esos programas y para que se compren Vans y chalecos vaqueros y toquen en festivales multitudinarios, entiendo que esto es una lucha desigual, pero eso siempre lo hemos sabido, por otro lado. Mientras gente como Maleso tengan fuerzas para encerrarse en una habitación con un ordenador, un bajo, una guitarra y un teclado y un cajón lleno de melodías y de letras, seguiremos estando agradecidos de estar en la acera de los débiles.

www.maleso.com

Felicidades, Robbie Robertson

Happy birthday Robbie Robertson

Buena pinta

Hoy cumple 70 años el canadiense Robbie Robertson, compositor, guitarrista y cantante de una gran banda, The Band. Un tío que me cae fenomenal». Lo que desconocía yo es que, después de rodar junto a Scorsese «The Last Waltz» (1978), película de visión obligada, el canto del cisne de The Band, su carrera se acercó bastante al cine, llegando a implicarse en películas como «Toro Salvaje», «Casino», «Infiltrados» o «Shutter Island», bien como asesor, compositor o supervisor. Pero nunca volvería a  The Band en ninguna de sus posteriores reagrupaciones.

Ahora que Wilco lleva varios años saboreando las mieles de la unanimidad crítica-público (no es fácil, ¿eh?, a mí me costó lo mío…….) no está de más que miremos atrás y rindamos tributo a una de sus fuentes.

httpv://www.youtube.com/watch?v=q6QxPkXzEQ4

Marcel Petiot

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Marcel André Henri Félix Petiot, alias Docteur Petiot (Doctor Petiot), guillotinado el 25 de mayo de 1946 en París, fue un médico francés, que se convirtió en un asesino en serie que operaba en la Francia ocupada por la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial, cuyos asesinatos en París fueron descubiertos muy poco después de la liberación de París.

El colega se hacía pasar por miembro de la Resistencia francesa y atraía con engaños a opulentos judíos a su casa, haciéndoles creer que podía hacerlos salir clandestinamente del país. En lugar de eso, los asesinaba y robaba sus pertenencias, matando a 63 personas antes de que fuera finalmente atrapado. De pequeño demostró una inteligencia considerable, pero al mismo tiempo revelaba ciertas tendencias sádicas que preocupaban a quienes le rodeaban: desde sumergir las patas de su gato en un cazo de agua hirviendo hasta asfixiar a este mismo animal con sus propias manos, o torturar a otros animales sacándoles los ojos para divertirse mirando como éstos se golpeaban contra las paredes una vez ciegos (todo un reto para Hermano Mayor!!  :D) .

El 11 de marzo de 1944 la Policía acudió a casa del doctor Petiot, alertada por los atemorizados vecinos que observaban salir de la chimenea una grasienta humareda negra y un hedor insoportable.  Allí descubrieron, sin dar crédito a lo que veían, el espantoso combustible que alimentaba las llamas: un montón de cuerpos desmembrados. Se consiguieron demostrar 24 muertes pero pudieron ser muchas más en realidad. El doctor Marcel Petiot les explicó con orgullo que aquellos eran «sus» cadáveres, los restos de alemanes y colaboracionistas pro-nazis que habían sido asesinados por la Resistencia francesa y confiados a su custodia para que se deshiciese de ellos. Los agentes aceptaron la explicación y lo dejaron ir, no sin antes felicitarlo por tener esas dotes de patriotismo (palmaditas en el hombro y esas cosas).

Total, que al final, dándole vueltas al tema, la policía se dió cuenta de que Marcel les había tangado, y fueron a por él, deteniéndolo en noviembre de 1944. Su juicio comenzó el 15 de marzo de 1945, ahí se descubrió la verdadera faceta del doctor. No era un luchador clandestino por la libertad, sino un criminal totalmente degenerado.

Se le acusaba de 27 asesinatos por las evidencias de su sótano. Su hermano Maurice, quien le proporcionaba la cal, alegó que Petiot la utilizaba contra las cucarachas, pero el enorme volumen de 400 kg suministrados sirvió para inculparlo de complicidad criminal (coño, en verano proliferan las cuquis, el chaval podía querer asegurarse de tener cal suficiente. Yo no lo utilizaría como prueba…).

Mientras se hallaba detenido a la espera del juicio, Petiot en todo momento comentaba jocosamente a los guardianes de su prisión que No dejen de acudir a mi juicio, va a ser maravilloso y se va a reír todo el mundo, y nada más lejos de la realidad: ese juicio fue uno de los más surrealistas y confusos en la historia de Francia.

El 4 de abril de 1946 el Dr. Muerte fue condenado a la guillotina, pero el asesino, lejos de mostrarse asustado en el momento de su muerte dijo con más ironía que nunca a los testigos de la ejecución: «Caballeros, les ruego que no miren. No va a ser bonito.»

Que le jodan.

El Día D

El Dia D - Antony Beevor

La obsesión de Churchill por estar cerca del centro de acción lo había llevado a insistir en que tenía que zarpar con la flota invasora. Quería observar el bombardeo de la costa desde el puente del crucero británico Belfast. Por fortuna, el Rey intervino, y en una carta fechada el 2 de junio le dijo: «Querido Winston, es mi deseo instarte una vez más a que abandones tu idea de zarpar el día D. Por favor considera mi posición. Soy más joven que tú, soy marino, y, como rey, soy el jefe de los tres ejércitos. Nada me gustaría más que zarpar con ellos, pero he accedido a no hacerlo; ¿te parece justo  que tú hagas precisamente aquello que tanto me habría gustado hacer?»

Antony Beevor  – «El Día D»   (2009)