San Fernando

Reinando en la España cristiana Alfonso X, hijo de (San) Fernando III y por entonces, habiendo estallado revueltas en distintos puntos de la península, agravada la situación con guerras con los musulmanes, el rey se encontró agobiado de hombres para presentar batalla a los disidentes y, sobre todo, falto de dineros con qué reclutar nuevos contingentes para reforzar su ejército. Ante este panorama, muchos de los que habían permanecido fieles lo abandonaron o, peor aún, se pasaron al bando contrario. En esta situación, el pueblo de Sevilla cerró filas en torno al monarca, contribuyendo con hombres y dinero a las huestes reales. Llevado a buen fin el lance y sofocados los distintos motines, en reconocimiento a los sevillanos, les otorgó beneficios y tierras. Además les concedió un símbolo de su reconocimiento y estampó en su escudo el símbolo heráldico NO DO (NOmus DOmine, el nombre de Dios, dice la gente en las páginas webs que yo miro)

Y, tomando una madeja la colocó en medio de estas dos sílabas, con lo que formó el anagrama: Sevilla NO-MADEJA-DO, que leído queda;

SEVILLA NO ME HA DEJADO

Hoy, 30 de mayo, creo que se puede ver el cuerpo incorrupto de Don San Fernando (como decía el gran Silvio) en la Catedral de Sevilla, donde está durmiendo el hombre.

Y, lo más trascendente de todo esto: hoy no se trabaja en Sevilla (esto lo escribí inicialmente cuando no era autónomo. Ahora ya no tiene sentido. Ahora nada tiene sentido).

Y felicidades a los Fernandos, ome.

Jeffrey Lee Pierce

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El que fuera presidente del club de fans de Blondie en Los Angeles, devoto del blues más tortuoso, amigo y compañero de Nick Cave y errático líder de the Gun Club, dejaba este mundo a los 37 años de edad, un día como hoy del año 1996.

Su amigo Mark Lanegan, dijo en una entrevista

Apenas podía caminar porque estaba muy jodido. A su regreso de Japón, me dejó un par de mensajes en el contestador. Parecía totalmente ido de su mente, como si estuviera muy borracho. Era extraño, como si se hubiera vuelto loco, su hígado había envenenado su sistema, y estaba cerca de la demencia. El hospital lo rechazó diciendo que no hay nada que podamos hacer por él, se está muriendo. Después de esto, recibí una llamada de él, estaba en Utah y parecía normal. Y yo dije, qué demonios, el hombre, de todo el mundo diciendo que vas a morir. Y él dijo, siempre dicen eso. Y una semana más tarde, cayó en coma y murió

¡Todo era amor!

oliverio-girondo

¡Todo era amor… amor!

No había nada más que amor.

En todas partes se encontraba amor.

No se podía hablar más que de amor.

Amor pasado por agua, a la vainilla,

amor al portador, amor a plazos.

Amor analizable, analizado.

Amor ultramarino.

Amor ecuestre.

Amor de cartón piedra, amor con leche…

lleno de prevenciones, de preventivos;

lleno de cortocircuitos, de cortapisas.

Amor con una gran M,

con una M mayúscula,

chorreado de merengue,

cubierto de flores blancas…

Amor espermatozoico, esperantista.

Amor desinfectado, amor untuoso…

Amor con sus accesorios, con sus repuestos;

con sus faltas de puntualidad, de ortografía;

con sus interrupciones cardíacas y telefónicas.

Amor que incendia el corazón de los orangutanes,

de los bomberos.

Amor que exalta el canto de las ranas bajo las ramas,

que arranca los botones de los botines,

que se alimenta de encelo y de ensalada.

Amor impostergable y amor impuesto.

Amor incandescente y amor incauto.

Amor indeformable. Amor desnudo.

Amor-amor que es, simplemente, amor.

Amor y amor… ¡y nada más que amor!

(Oliverio Girondo)

Churchill

Churchill-Roy-Jenkins

«Nicholas Soames, el hijo mayor de los Soames que fue criado por tanto en la finca de Chartwell, me contó una atractiva historia. Cuando tenía unos seis años, hacia 1955, irrumpió en la habitación de Churchill, a pesar del ayuda de cámara-guardia que normalmente lo defendía, y preguntó: ‘Abuelo, ¿es verdad que eres el hombre más grande del mundo?’. Churchill respondió: ‘Sí, y ahora lárgate’.»

«Churchill» – Roy Jenkins (2001)