Praga (I): Transporte público

Comienzo aquí mi particular «Guía del Viajero» sobre Praga comenzando por su servicio de transporte público. En sucesivas entregas hablaré sobre la gastronomía, monumentos, un montón de cosas…

La red pública de transportes (metro, bus y tranvía) comunica muy bien la ciudad. Existen bonos de un día, de tres o de siete días para hacer uso de cualquiera de ellos. Así que compramos el de siete días por unas 280 coronas (unos 9 euros).

Con dicho billete fuimos moviéndonos todo el tiempo, picándolo cada vez que nos subíamos a un transporte, y extrañándonos a su vez de que nadie picara (“serán aborígenes de aquí y, o no pagan por la cara, o tienen tarjetas mensuales o algo así”, pensamos sin darle importancia).

Con toda la tranquilidad del mundo bajamos al metro el sábado noche por nuestras escaleras mecánicas, cuando, en el túnel de acceso al andén (la mayoría de estaciones, por cierto, tienen un diseño muy setentero, muy bonito) se me planta un colega enfrente con una chapa en la mano, hablándome en checo. Yo pensé que eran algo así como Testigos de Jehová (el día anterior había visto a dos de ellos con la típica revista “¡Despertad!” -en mi casa duermen dos ejemplares desde hace meses esperando a que algún testigo venga a rescatarlos -, en checo, claro, pero estos no se acercaban, permanecían impasibles) e intenté pasar de largo. El nota se interponía en mi camino enseñándome la chapa (era algo así como las medallas que me daban en los boy-scouts por subir a un árbol a través de una cuerda que colgaba de una rama), y yo diciéndole que me dejara, ome. Había otro colega con él, con otra chapa, que juntó su hombro con el de su compañero formando una muralla infranqueable contra la cual se estrellaba mi frente una y otra vez (los checos son altos, y yo, no). Hasta que a uno de ellos se le encendió una luz y pronunció la palabra “TICKET”, y el tiempo se detuvo.


Pared de una estación de metro en Praga

“Haberlo dichoooo, omeeee. No pensarían que quería pasar sin pagar ni nada de eso, ¿no?» (actitud Woody Allen). Eran revisores (en esos momentos la placa de los boy-scouts cobró un significado totalmente diferente, casi terrible). Total, que le mostramos nuestros tickets, los miraron, se miraron entre ellos, nos miraron, yo silbaba mirando al techo, y nos entregaron los tickets y deshicieron la muralla humana, y pudimos salir vivos de allí.

Pero no acabó ahí la cosa. Ojalá. El domingo por la mañana fuimos al castillo y nos bajamos en la estación de metro pertinente (Malostranska, para más señas). Al disponernos a salir, nos intercepta otro nota. Este iba solo, pero a este era más difícil rodearlo que saltarlo. Así que sacamos nuestros tickets de nuevo y se los dimos. Su expresión cambió. “Ooooohhhh no, too many stamps..no, no…it’s not valid… You have to stamp only the first time“ (Nota del traductor: «Ohhhh, palurdo español, hay demasiados sellos…no, no,…no es válido, sólo has de sellar la primera vez»). Y sacó el talonario de multas. “I have to penalize it…” (Nota del traductor: «Se te va a caer el pelo, so tonto…») o algo así, dijo. En mi inglés aprendido de cantar las letras de los Stones en la ducha le dije que no era posible, que el ticket valía para siete días y que ningún sitio pone que no se deba validar más de una vez. “Ohhhh, toleransia, you’ve only to pay one”. Vamos, que encima se iba a “enrollar” y a multarnos sólo una vez en lugar de dos. Como rodearlo era difícil, y para saltar no estábamos ya a esas alturas del partido, decidimos pagarle (500 coronas!! Casi 20€), insultarle en castellano y en checo-andaluz y salimos antes de que la policía secreta viniera y nos detuviera y nos interrogara y nos torturara en una oscura y desangelada oficina de un edificio decadente de la periferia de Praga antes de enviarnos a alguna prisión remota de la meseta checa de donde nunca saldríamos vivos. Tuvimos suerte, pues.


La cara que se me quedó tras pagar la multa

Como conclusión del encuentro y aviso a futuros visitantes, los tickets sólo han de validarse una vez, para que la fecha sea visible por el revisor. Tiene su lógica, porque en nuestros tickets sólo se veía una amalgama fechas superpuestas. Pero, joder, la “toleransia” checa me dejó de piedra. No vale abusar de los turistas, no vale. Eso nos pasa por ir por el metro con el plano en la mano, cantando «Abre la puerta» de Triana a voz en grito. Es que hay que disimular un poco más, joder….


Tampoco es tan ininteligible, ome…

Pero ahí no acaba la cosa. De vuelta de visitar el castillo de Praga nos montamos en un tranvía (el metro ya ni olerlo!!), con los mismos billetes. Nuestro orgullo español nos impedía comprar de nuevo los tickets, para un día y medio que nos quedaba allí. Además, no nos iban a para otra vez, ¿no?. Pues nada más subirnos escruté a mi alrededor y mi mirada se cruzó con la de un tipo de unos cincuenta y tantos años, asido con seguridad a la barra del tranvía, con bigote blanco, que no tenía mucha pinta de turista. En ese momento lo supe. Entre él y nosotros, unos risueños turistas picaban su billete en la maquinita del tranvía. Volví a mirarle de nuevo a través de la axila del guiri que estaba a mi lado y allí estaba, esperándome, desafiante, la mirada de aquél individuo. Las puertas aún no se habían cerrado. ¿Saltamos afuera? El hombre miró la puerta también. Fue una lucha de miradas que duró un minuto escaso. Aparté la mirada, resignado, mientras las puertas del infierno se cerraban a mi espalda y el tranvía comenzaba a andar.

“Tickets”. La maldita palabra sonó a mi espalda como un veredicto judicial. Me di la vuelta y, efectivamente, el tipo del bigote (antiguo policía del régimen, ahora metido a revisor de tranvías, seguro), placa en mano, le pedía el ticket a los turistas de sandalias con calcetines que estaban a mi lado, sin dejar de mirarme. Por fin llegó el momento, el tipo se encontró frente a mí. “Tickets”. Rebusqué en mi cartera temiendo dos cosas: a) que se viera el dinero (pensaba decirle que no tenía un duro si me ponía una multa) y b) que se me cayera la multa al suelo (pensaba decirle que no sabía nada de nada, ni inglés, vaya). Lo peor es que no encontré ni los billetes, entre el nerviosismo y la sonrisa de turista despistado. Menos mal que Rakel los tenía y se los dio. De nuevo el “Oooohh, too many stamps..”. Nos callamos la boca, diciendo únicamente “Seven days” (como la canción de Bob Dylan), mientras él intentaba explicarnos que sólo había que picar una vez. “¿English?”. No. “¿Italiano?”. No. Españoles, carajo. Nos hicimos los locos del todo. Vamos, si me llega a hablar en español le hubiera dicho que era de un pueblo remoto de galicia donde solo se fala galego. En fin, el tipo nos dió por perdidos y se dio la vuelta, mientras Rakel y yo comentábamos en un refinado checo los avatares que nos estaban pasando…

Al día siguiente, y para que nuestros miocardios no sufrieran más, compramos un tickecito de 20 coronas para echar el día. Y lo picamos SOLO UNA VEZ!!!! Y se lo iba enseñando a todo el que se subía al bus (imaginen a Mr. Bean en esta situación, y se harán una idea exacta).


Este sí que sí!

Mañana: Praga (II): «Gastronomía»

5 comentarios

  1. esto es inaudito! estoy en praga y me acaba de pasar lo mismo! la putada es q ahora son 700 coronas! no teniamos dinero suficiente para pagarlas dos multas y el tipo, llamo a otros dos colegas, y nos acompañaron los 3 a un cajero a sacar mas! q verguenzaaaaaaaaa, entraron al tren directos a nosotros! para 2 paradas q cojimos el metro….

  2. Si hubierais dicho que tocais el los refoundations y que vuestro manager se llama Bill ¿¿¿¿¿¿¿?????????jajajaja

  3. Acabas de quitarnos un peso de encima que llevábamos con él 11 años. Voy a llamar a Trigo, al Gamba, a Eva y al Patito, nos has hecho feliz!!!!

    Por cierto, la taquilla a la que fuiste no sería un puesto de la once y el tio te dijo que si ¿no?. ¿ Hay once en Praga?

  4. Un colega de mi trabajo dice que a él también se lo pidieron y se hizo el loco y le enseñó el carnet del Betis
    ¿Leyenda urbana?
    De todos modos después de pagar la multa me fui al nota de la taquilla a preguntarle si el tío de abajo gordo cabrón era legal («it’s legal that fat-fuckin’ man?») y me dijo que sí, que la mamara
    Yo creo que se reparten las coronitas entre los dos, fijo
    Ahora le echo un vistazo a tu blog, ome

  5. Amigo Carlitos y amiga Rakel, si os sirve de consuelo a el Gamba, Eva, el Patito, Trigo y a mi en el metro de Praga nos pasó exactamente lo mismo, con la diferencia que nosotros que eramos unos listos en plena juventud ,vimos el percal y dijimos…no compramos ni un puto ticket, aquí no lo compra nadie y no lo pide nadie….y venga, autobus pacá y metro pa ya. Hasta que llegó el día del tio de la chapa (tengo que deciros que hasta el día de hoy pensaba que nos habían timado con todas las de la ley, porque después pensando….dos tios sin uniforme y sólo nos entró a nosotros «giris latinos por excelencia», me suena al clasico timo checo.

    Total nosotros nos hicimos los suecos, es más como si no supieramos na de inglés, pero al final pagamos, no sé como se lo hicieron pero pagamos. Y la pregunta es ¿nos timaron a nosotros y a vosotros, o eran realmente revisores como los de Renfe pero en chanclas??. El próximo que vaya a Praga por favor que investigue que yo llevo 11 años de duda con este tema.
    Saludos (ya que estamos hago publicidad de mi blog jeje)

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